martes, 4 de noviembre de 2014

Venezuela hoy es un país desperdigado por el mundo*, o, el Tráfico pesado de venezolanos a múltiples destinos. Alicia Ponte-Sucre (aiponte@gmail.com)

*Esta frase de un artículo escrito por Rafael Cadenas, denominado “¿Venezuela? Venezuela me hace falta”, es lapidaria. En él, nuestro ilustre poeta nos guía por las latitudes, meridianos y paralelos donde los venezolanos han ido a parar buscando trabajo, seguridad, salud, respeto, futuro, éxito, educación… y siga Ud.
En el área académica universitaria venezolana, esta dramática realidad conduce al desmantelamiento de la Educación Superior, como institución en el país. Cada profesor que decide emigrar representa la merma del recurso humano, y el malgasto de las horas de estudio y formación, y de los recursos económicos invertidos en la preparación de ese personal humano, que ya no está, se fue.
Esta tragedia del país no es nueva. Empezó en 1984 a raíz de los avatares vinculados con el viernes negro, y posteriormente las situaciones vividas en los años 1989, 1992, 1995…; comenzó a agudizarse a partir de 1995 con los sucesos económicos de ese año; se convirtió en un síndrome a partir de 2004, y desde 2010 empeoró aún más: se incorporaron estudiantes al grupo de personas que decidieron y deciden emigrar, y lo logran. En conclusión, entre 1958/1999, e incluso antes, Venezuela fue primariamente un país receptor de migraciones; hoy en día es un país exportador de recursos humanos de calidad, entre ellos académicos y profesores universitarios. Una diáspora intelectual importante. Esta circunstancia ocurre además en una circunstancia donde a nivel mundial existe un problema global de desempleo.  Aproximadamente 1.2 millardos de jóvenes  entre 15 y 20 años están desempleados; de esos, 1,0 millardo vive en países en vías de desarrollo (Ivan de la Vega, Foro Éxodo del Capital Humano del País, 23.10.2014, Egresados UCV y Fundavac).
Por otra parte, en los últimos 15 años, los recursos que ingresaron al país triplican los que se recibieron en los 40 años anteriores. Sin embargo, para 2012 y según  el WEB Global Competitive report (www3.weforum.org/.../WEF_GlobalCompetitivenessReport_2013-14.pdf), Venezuela ocupa el puesto 138 de 148 países, en los índices de competitividad a nivel mundial. Las razones, las instituciones (posición 148/148), la infraestructura (posición 125/148), el ambiente macroeconómico (posición 143/148), la educación primaria y salud (posición 83/148), la calidad del sistema educativo (posición 123/148). En este contexto es difícil comprender por qué para el 2015 los recursos asignados a las universidades, y a la educación en general, caen de forma estrepitosa; los números absolutos no son relevantes, si lo son las circunstancias en las cuales esto ocurre.
Pareciera entonces que el decir “La educación es prioridad del Estado” es un cliché, desgastado por demás. Afianzado por el hecho de que la importancia de la actividad académica para los Estados (léase países) se expresa en la proporción que representan los académicos del total de la población productiva, y el respeto que se merecen. En nuestra Venezuela desperdigada por el mundo, muchos países han acogido a esos personajes que localmente se están transformando en leyenda.
Quienes deciden emigrar colocan en una balanza sus expectativas de vida, hacen preguntas claves: ¿Tengo familia? ¿Tengo un compromiso con ella? ¿Cómo puedo darle sentido a mi vida y desarrollar un plan que me permita vivir productiva y apaciblemente? ¿Dónde estaré dentro de 3, 5, 10 años si me quedo en el país? ¿Cómo cumplir mis labores universitarias cada día con menos recursos?
Es decir, la preservación del capital humano, el capital estructural y las relaciones que ese capital humano fomenta y logra, tanto en el ambiente local como en el internacional -representado por los que se dedican a la academia-, están en peligro de extinción. Como corolario el buen funcionamiento de las instituciones educativas, y la consecución de sus objetivos en relación a la preparación del recurso humano, fundamental para la productividad del país, están en franco declive.
Se nos argumenta que la investigación académica debe justificarse cada vez más en el «contexto de su aplicación» y su utilización. Este argumento, limita  la selección de temas de investigación, los métodos, los tiempos y las oportunidades, cada día más frecuentemente fijadas por entes extrauniversitarios con  intereses diversos en relación a la generación del conocimiento. Esto afecta a la investigación en general, que bajo estos cánones debe ser utilitaria. Como corolario, la academia venezolana está cada día en una posición más marginal en el ámbito de la comunidad académica internacional, y su capacidad de integrarse en el «tejido de aplicación de lo investigado», es cada vez menor, cada vez más grande la brecha hacia el desarrollo.
Este panorama deja en entredicho dos máximas que permitieron el desarrollo de nuestro país en épocas pretéritas: la Educación Superior es garantía de mejores ingresos, y es el mecanismo más potente de movilidad social. 

Como académicos estamos de paso, las instituciones quedan. Es nuestro deber luchar por fortalecerlas y hacerlas impermeables a los avatares económicos, políticos y sociales, que son amenazas constantes que se ciernen sobre las mismas. Por ello, incluso en las actuales circunstancias, los que nos consideramos académicos debemos propiciar espacios de reconstrucción del dialogo, del capital humano y de los recursos de funcionamiento de la universidad y del país. Para ello es fundamental que la universidad tenga y retenga a académicos calificados en número suficiente para constituir una masa crítica que confronte sus ideas, con seriedad y respeto, primero entre ellos mismos y luego con la sociedad. También es preciso que los sueldos sean competitivos, y las condiciones de trabajo sean idóneas y dignas del rol que nos toca jugar en la sociedad. 

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