sábado, 3 de diciembre de 2011

La Escuela de Salud Pública de la Facultad de Medicina está de cumpleaños

Hace cincuenta y tres años, los doctores Francisco De Venanzi y Espíritu Santos Mendoza se reunieron en el rectorado de la universidad para que de la Comisión Universitaria surgiera la resolución mediante la cual se creaba la Escuela de Salud Pública de la Universidad Central de Venezuela.

Es el producto de más de veinte años de anhelos y propuestas de uno de los movimientos de salud pública más importantes de toda la américa latina. La figura central de José Ignacio Baldó, quien tomó el bastón de mando, luce señera en el nacimiento de la criatura.

El Ministerio había asumido la formación del personal desde su creación; se traían expertos en enfermería para que formaran a las de aquí, se formaban inspectores, trabajadores sociales, bibliotecarias, cirujanos, psiquiatras, higienistas, malariólogos. Los primeros cursos de postgrado del país fueron los de salud, y se iniciaron en el Ministerio.

Desde el mismo año de 1936 los sanitaristas formados en el exterior insisten ante las autoridades acerca de la necesidad de formar personal en el país, y es por eso que se organiza el primer curso de médicos higienistas. El primer proyecto de creación de la Escuela data de 1943, y según cuentan, no progresa por asuntos relacionados con intereses políticos y económicos, supuestos asuntos que siempre han permitido a los políticos venezolanos excusarse ante la pérdida de auténticas posibilidades de desarrollar estrategias e instituciones que han debido apoyar los avances del país.

El hecho es que en uno de los escritos del doctor Baldó se lee algo así como que el Ministerio se está desviando de lo que es su prioridad, la atención de los problemas de salud, y que ya la universidad está lo suficientemente madura para entregarle toda la experiencia acumulada durante los más de 20 años previos.

A la Escuela se adscriben no sólo los cursos de higienistas y luego los de epidemiología y hospitales, sino también los de las especialidades médicas consideradas prioritarias, como cirugía, medicina interna, anatomía patológica, pediatría, dermatología y venereología, cardiología, tisiología. También las tecnologías encuentran espacio en la institución; inspección de salud pública con su curso internacional, luego radiología y cardiopulmonar, fisioterapia y terapia ocupacional, y el último, el de información en salud.

El movimiento sanitario venezolano, es posible que el más importante de América Latina en ese momento, estaba muy feliz con esa criatura. A ella acudieron a dictar cátedra, además de Baldó, todos los jefes de los programas del Despacho.

A la Escuela acudieron, bien fuera a estudiar o a conocer acerca de su desarrollo, personas de la salud pública del continente, quienes luego fueron muy importantes en sus respectivos países.

Las especialidades médicas pasaron a la Facultad de Medicina cuando ésta organizó su dependencia de postgrado, repitiéndose lo que Baldó señaló antes acerca de la madurez necesaria de la universidad para enfrentar las responsabilidades. La generosidad del Despacho y de la Escuela quedó otra vez de manifiesto.

Las carreras técnicas continuaron su desarrollo, apoyadas por la organización y la disciplina de la Escuela, hasta el punto de poder andar con independencia en procura de una nueva escuela de la facultad que ya es urgente que las acoja. De nuevo, hasta aquí llegó la Escuela generosa.

La contribución de la Escuela al movimiento de salud pública del país resulta más que evidente. Todos los programas y establecimientos de salud fueron desarrollados por quienes egresaron de los cursos medios y superiores de la institución. La labor desarrollada por los inspectores de salud pública y el trabajo de los técnicos de las distintas disciplinas, también tiene su origen en la Escuela. Los departamentos y cátedras de salud pública de todas las universidades del país se nutrieron de los egresados de la Escuela de Salud Pública. La Escuela es pionera de los cursos extramuros de salud pública y de la realización coordinada con otras universidades de los cursos de tecnología.

La coyuntura actual es muy difícil, sin embargo, la Escuela no puede eludir los retos; uno de ellos, su doctorado, por el cual están clamado sus egresados. Deben reorganizarse con profundidad sus especialidades en hospitales, epidemiología y salud pública. Su revista, con 48 años de existencia es la única en la especialidad y una de las más antiguas del país. Hay que bregar por nuevos espacios físicos y equipamiento moderno. Debe procurarse la independencia total de las carreras de pregrado, para las cuales vale una vez más la expresión de Baldó referida a que la Escuela las apoyó hasta que se hubieron desarrollado.

Queridos amigos, no podía terminar el día sin rendirle un humilde tributo a mi querida Escuela, hogar y refugio de la casi totalidad de mi vida profesional y personal, y compartirlo con ustedes, mis amigos y compañeros y en el recuerdo de tanta gente buena que nos acompañó en esta saga.

Con afecto,

Paúl

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